Las uniones homosexuales

Publicado por Miuler Vásquez en , , ,
La existencia de personas que experimentan una atracción sexual exclusiva o predominante hacia otras personas del mismo sexo es un hecho conocido a través de los siglos y de la cultura. Hoy los medios de comunicación informan con cierta frecuencia de las acciones emprendidas por agrupaciones de personas homosexuales en diversos lugares del mundo y también en España, con el fin de conseguir ser tratados del mismo modo que las personas heterosexuales. A la convivencia de homosexuales no se le puede conceder una dimensión social semejante a la del matrimonio y de la familia. El amor que se da entre homosexuales no se puede confundir con el genuino amor conyugal, dado que no pertenece a esta especie singular de amor. Puede ser amor de benevolencia o de amistad que se orienta la bien de la persona amada, pero el amor de amistad nunca incluye las expresiones genitales de la sexualidad que se orientan a la donación de la vida. Es el amor propio de compañeros, amigos o parientes pero no de esposos. Ninguna de las notas de totalidad y fecundidad que constituyen la naturaleza humana del amor del que se nutre el matrimonio se dan ni pueden darse en las llamadas uniones homosexuales.

Se trata de dos realidades diversas que no pueden ser equiparadas. A la convivencia homosexual no se le puede conceder una dimensión social semejante a la del matrimonio y a la de la familia. Es el amor propio de compañeros, amigos, hermanos o parien tes pero no de esposos. El comportamiento homosexual distorsiona el amor de amistad y perjudica al desarrollo integral de las personas que equivocadamente recurren a él. En cambio, el amor esposal conlleva la donación mutua y total en cuerpo y alma del esposo y la esposa, por lo cual se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona. También las uniones homosexuales se muestran como imposibles acerca del derecho a la adopción.

No es aceptable la legislación que equipara de algún modo las uniones homosexuales con la del matrimonio. Los actos homosexuales no son sólo de por sí incapaces de generar vida y de la verdadera complementariedad sexual. Son también incapaces de contribuir a la plena comunión interpersonal en una sola carne. Las relaciones homosexuales carecen por naturaleza de la dimensión unitiva y procreadora propias de la sexualidad humana. En cuanto al comportamiento homosexual, nadie elige la condición homosexual y por ello la inclinación de las personas homosexuales no es de por sí intrínsicamente mala ni éticamente reprobable. Es más, la mayor parte de los que tienen esta inclinación son personas que tienen que soportar una auténtica prueba y por ello deben ser acogidas con absoluto respeto.

El comportamiento homosexual es intrísicamente malo desde el punto de vista moral. Dicho comportamiento es extraño al carácter personal del ser humano y por tanto contrario a la ley natural, dado que separa la sexualidad de su significado procreador y de su profundo sentido unitivo, que son las dos dimensiones de la base de la naturaleza.

El Papa y los obispos deploran que las personas homosexuales sean todavía objeto de expresiones malévolas. Condenan con firmeza estos hechos. Dicen también que no se puede pedir a la sociedad que se reconozca la condición y el comportamiento homosexual como una modalidad del ser humano comparable con las diferencias naturales de raza y de sexo. Denuncian como engañoso el intento de hacer creer a la opinión pública que la prohibición del matrimonio y de la adopción sean discriminaciones injustas para las personas homosexuales. Sólo serían injustas estas prohibiciones si se aplicasen por causa de raza, de origen, de etnia y de sexo.

La unión entre dos personas del mismo sexo no se puede llamar matrimonio, dado que el matrimonio se define como la ‘unión entre un hombre y una mujer’.