"Con el SIDA, se me acabaron los viajes a Norteamérica"

 Ismael, de espaldas, hace una consulta en el centro Hispanosida de Barcelona, hace unas semanas. Foto:  ELISENDA PONS
Ismael, de espaldas, hace una consulta en el centro Hispanosida de Barcelona, hace unas semanas. Foto: ELISENDA PONS
EL PERIÓDICO

Fue un golpe tremendo. Jamás se hubiera imaginado que el VIH lo alcanzaría a él, una persona excepcionalmente informada y preocupada. Es homosexual, tiene 40 años y nació en Argentina. Dirige su propio despacho de arquitecto en Barcelona y cuenta con una aceptable cartera de clientes. Con frecuencia --antes de que el virus entrara en su vida-- viajaba a Nueva York (EEUU), donde trabaja para algunas empresas.


Ismael --lamenta no dar su nombre auténtico, pero teme perder clientes si lo hace-- se sitúa "absolutamente fuera" de los ambientes gais de Barcelona. Apenas sale a tomar una copa. No va a las fiestas que frecuenta el colectivo homosexual, aunque sí lo hizo una noche del verano del 2007. "Me fui --mantuvo una relación sexual-- con una persona que no sabía que estaba infectada por el VIH. Bajé la guardia, lo reconozco, y todo el control con que había mantenido mi vida se desvaneció". "Nunca me hubiera imaginado que iba a tener tal mala suerte", dice, profundamente triste.

EL RESFRIADO

Supo que acababa de infectarse por un fortísimo resfriado que sufrió en pleno verano, que le hizo sospechar. Repitió el test del sida que ya se había hecho seis meses antes y lo diagnosticaron con rapidez. Entonces, pudo identificar para sus adentros, con bastante precisión, el origen del contagio. El médico que le dió el resultado del análisis, recuerda Ismael, no lo atendió bien. "Me trató como a un yonqui, me miraba como diciendo: 'tu fuiste a buscar lo que te ha pasado' --explica--. No fue así: solo confié en una persona de la que me había enamorado".

Defraudado por el trato de su médico de familia, buscó ayuda en la oenegé Check Point, vinculada a Hispanosida, y allí sigue acudiendo en busca de apoyo psicológico porque, dice, contra lo que cree mucha gente, sobrellevar un contagio del VIH no es fácil. Ni intrascendente.

"Vivo atado a los tratamientos, que me alteran el colesterol y el azúcar de la sangre --afirma--. He de comer con muy poca grasa, todo desnatado y sin azúcar. Me aconsejan hacer deporte, con constancia, y dormir las horas que me han pautado. Cada mes he de ir en busca de los fármacos, con lo que se me han acabado los viajes a Norteamérica". En EEUU existe la prohibición legal de admitir a los seropositivos que viajan al país, aunque el control de fronteras no es muy riguroso. Y lo mismo ocurre en China y Rusia.

Ismael apenas se atreve a comentar con nadie su situación, consciente de que el término sida mantiene casi intacto el estigma y el rechazo que lo embadurnó hace 25 años.

Fuente: http://www.elperiodico.com